Descubriendo al vecindario en tiempo de confinamiento

Posted on2020-05-15 by

En este tiempo de confinamientode tranquilidad impuesta en el que las fiestas ruidosas y concurridas se han aplazado o las quedadas con amigos se han transformado en mensajes en tu móvil del estilo de ¿Nos videovemos a las ocho por Skype? He descubierto que estar en casa también tiene sus ventajas, y que hasta en el vecindario más poco habitual como el mío, rodeado de barcos, puedes encontrar a alguien interesante, divertido y muy guapo.


Todo empezó con una llamada con mis amigas. En estos días hay poco que contar, esa es la verdad. Las plantas de una se han muerto porque la pereza pudo más que la voluntad. A la otra le ha llegado tan rápido el pedido de Amazón que estaba completamente alucinada y yo me he comprado por primera vez en la historia un champú online. Fin. Pocas cosas interesantes se pueden hacer cuando tu vida entera se resume a unos cuantos metros cuadrados. Hasta las influencers brillan menos en las redes sociales, en sus casitas felices - y por lo general muy bien decoradas (cosa que comentamos en nuestra llamada semanal de “¿Y tú qué tal?)


Así comienzan nuestras llamadas. A medida que durante la cuarentena nos hemos ido llamando nos íbamos preguntando unas a otras lo mismo. Al final nos hizo tanta gracia que las llamadas fueron bautizadas -  cosas de chicas aburridas durante la cuarentena. Dicen como la suerte es una actitud y  mantener la actitud a veces también es cuestión de suerte, hemos decidido buscar lo positivo en todo esta “normalidad adaptada”.


Es como el corto que os compartía esta semana en redes sociales. A veces uno se siente hastiado de todo y de todos. No sé a vosotros, pero este tiempo de #quedateencasa a mi me está trayendo muchas sorpresas. Buenas y malas. Sentimientos positivos y negativos, como los que a veces me provocan mis amigas.


Se lo decía el otro día:“Ahora que podemos salir resulta que me da cierta pereza y a la vez pienso en hacer algunas de las cosas que me encantaba hacer y tengo unas ganas locas de salir. Creo que me estoy volviendo bipolar”.


Mi amiga Lucia se reía porque para quitarse la pena de que la planta que tenía (la única planta que tenía en su mini balcón) al fin haya sucumbido a sus desastrosos cuidados, había aprovechado para comprarse la mesa Bistró Balcon de Fermob y claro las penas se ven distintas cuando las ventilas desde el balcón con una copa de vino blanco en la mano.


Yo insistía “No sé, pero  por una parte estoy deseando volver a la normalidad pero oye, ningunas ganas de volver a invertir tiempo de mi vida metida en un transporte público de allá y para acá” Risas, eso es lo que me llegaba de mis amigas “Es que estoy flipando porque puedo trabajar con el horario que quiera, pero no me organizo y mientras veo el instagram de la gente disfrutando de la tranquilidad de su casa, yo voy viendo crecer el montón de cosas pendientes” Risas.


Y así un rato, hasta que de repente Paula dijo “Ey chicas que casi son las ocho!”. Todas se pusieron en plan vale, vale menos yo. Entonces Paula me preguntó: ¿Es que tú no aplaudes a las ocho? Yo no sabia como decirle que no. Por favor, no me juzguéis. Fue al principio de la cuarentena y en ese momento pensaba que lo de estar en casa era cosa de un par de semanas. Si hubiera sido lista entonces me habría dado cuenta que ya por lo inicios de este problema lo llamaban cuarentena y no quincena para tirarse a la bartola, pero no supe leer entre líneas.


Total, que no sabia como decirle a Paula que no, que no salía a aplaudir. Les dije que tenía que trabajar, pero no coló. Paula insistía ,la muy petarda "¿Pero tu sabes el esfuerzo y el riesgo al que se exponen toda esta gente y tú no vas a salir un minuto para reconocer lo agradecida que estas?” Y claro, yo estaba agradecida, pero como todos mis vecinos, pero los aplausos no sonaban muy fuerte por mi barrio. La cosa es que ninguno salía tampoco aplaudir y a mi me daba cierta vergüenza.


Paula cuando quiere es muy persuasiva. Paula, la tenaz, la llamamos. Es mucho mejor  decir eso, que suena más positivo, que decir Paula la insistente interminable. Así que por no quedar de desagradecida con los sanitarios que lo están dando todo y además quedar de cobarde le dije que si, que salia aplaudir. Cómo nos conectamos con el móvil, decidimos hacer ese día el aplauso motivador y conectado.


Vamos, que  mi amiga Paula quería ver con sus ojitos que salía a la cubierta del barco y me ponía colorada aplaudiendo sola. ¡Qué vergüenza toca pasar por culpa de Paula la tenaz! Lo pensé “A partir de ahora les propongo videovernos para el vermut de las 12 ”.


Barco de CarlaKey

No me entendáis mal, adoro a mis amigas... idolatro a mis amigas. Las risas más atronadoras que han salido de mi garganta siempre han sido con o por ellas. Con ellas he pasado momentos de todo tipo y se que siempre van a estar ahí - por encima de pandemias y todo lo que venga después. Quedar con ellas es siempre un placer y cada rato compartido me recarga pilas. Pero a veces me fuerzan - o me impulsan no lo sé - a lanzarme más allá de mi propia zona de confort y no siempre ha valido la pena - nadie quiere acordarse de cuando decidimos hacernos el mismo tatuaje y solo “algunas” nos los hicimos.


En fin, y volviendo al tema, salí a la cubierta del barco con el móvil en la mano a esperar que llegaran las ocho, aplaudir agradecida y avergonzada y un poco orgullosa también de pasar un poco de la gente. Peor para ellos no aplaudir. Apoye el móvil para que mis amigas y yo pudiéramos vernos y empezamos a aplaudir.


Hay que ver cómo resuenan de fuerte los aplausos cuando son de una misma. En el silencio atronador de calles vacías, negocios cerrados y cero trafico, mis palmadas resonaban con fuerza. El comienzo fue frío como se esperaba pero al ver las risas de mis amigas y verlas aplaudiendo también, comenzamos a reírnos y a aplaudir más fuerte. Es comenzar a dar el primer paso y ya parece que es más fácil el resto del camino.


Así que nada, nos lanzamos al aplauso y yo feliz y saltarina en mi barco no me percaté de lo que mis amigas sí vieron.


Cuando acabamos de aplaudir y recogí el movil, Sandra me dijo “¿Pero quién es ese vecino guapo que asoma?”. No tenía ni idea. De hecho estaba tan concentrada en los aplausos que ni siquiera sabía dónde estaba el vecino que había activado el radar de las chicas. “¿De quién hablas? Le pregunté” y Paula enseguida respondió: “No te gires todavía pero hablamos de ese guapo con un  moreno estupendo y con sonrisa deslumbrante que tienes detrás".


Yo, como siempre cuando te dicen no lo hagas, me di la vuelta y claro, después de disimular un poco. Allí estaba. Normal, ya había intuido que hablábamos de él, porque saludó con la mano en cuanto me giré. Nos intercambiamos una sonrisa divertida y enseguida se presentó: “Hola me llamo Alan y acabo de de llegar. No sabía que aquí les dabais la bienvenida así  a los nuevos vecinos”.


Por un momento dudé (¿Me estaba tomando el pelo?) pero luego noté su acento extranjero y pensé que la cosa todavía era peor. Pensaba de verdad que la escena ridícula de hacía un momento, la que comenzó en aplausos y acabó en risas con saltitos era dedicada para él! Muy bien Carla, has triunfado.


Además de verte hacer el ridículo tienes que explicarle que no, que ni habias reparado en su presencia y que eso de los aplausos no tenía nada que ver con él. Seguro que no se sentía incómodo para nada… claro que no.


Él seguía esperando una respuesta mientras me miraba fijamente, como quien analiza al contrario viendo sus movimientos, quedándose a la expectativa. Desde el móvil sonó “ Pero dí algo… algo…. lo que sea!  Así que dije :¿Tú no eres de aquí no?” Ni un triste hola me salió de la boca. Salir de la zona de confort a veces te deja sin palabras.

Paseo en la playa CarlaKey
Acababa de saltar en la cubierta de mi casa demostrándome a mi misma que pasaba de la opinión de mis vecinos y zas! me giro y uno de esos mismos vecinos me estaba clavando la mirada, con sonrisa de oro y cara rara. Oye, pues me pilló descuadrada.


El me dijo “No, no soy de aquí. Llegué hace dos días” Pausa. “Bueno, veo que estás con alguien al teléfono, te dejo. Ya nos iremos viendo por el barrio. Recuerda: Soy Alan, el de casa nueva casa flotante” .


En cuanto miré el móvil, el aparato aumentó de peso hasta las 200 kilos. Menuda cara la de mis amigas. En fin, que la cosa continua, ya te voy contando.

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